“El mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio” (GS, 9). Así lo afirma el Concilio Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes (gozo y esperanza).
En recientes días se ha divulgado el ranking de las 50 ciudades más peligrosas del mundo, de acuerdo con las tasas de homicidios, donde aparecen las ciudades de Cali, Buenaventura y Palmira. ¡Qué dolor nos produce esta noticia! Lo cierto del caso es que existe la percepción del incremento de la violencia de todo tipo en nuestro territorio.
Lo que nos dice el Concilio Vaticano II de seguro nos tiene que hacer pensar en las causas reales del desorden generalizado que se está viviendo. No hay día en el que no se divulguen acciones de intolerancia, de violencia, de no acatamiento de las normas y de atentados contra la vida, honra y bienes de los ciudadanos. ¿Qué nos está pasando?
¿Cómo es posible que no seamos capaces de hacer buen uso del don de la libertad que se nos ha dado, para volvernos esclavos los unos de los otros, o nosotros de las cosas materiales?
El Papa Francisco en su visita a Colombia nos decía con firmeza que “la violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte, más muerte. Tenemos que romper esta cadena que se presenta como ineludible, y eso sólo es posible con el perdón y la reconciliación concreta” (Villavicencio, 8 de septiembre de 2017).
Además, para nosotros creyentes, está también la fuerza de la oración, el encuentro litúrgico comunitario, la solidaridad y la celebración de los sacramentos, en especial el de la penitencia.
Por eso, en las parroquias y centros de culto de la Arquidiócesis de Cali pido que se lleve a cabo la celebración de los SIETE DOLORES DE LA VIRGEN, el viernes 31 de marzo, tradicionalmente llamado de Dolores, para orar por las víctimas de la violencia, implorando para ellas la salvación de sus almas; orando por sus familias, que también son víctimas por la pérdida de sus seres queridos, por los que han quedado con afectaciones en su salud como consecuencia de actos vandálicos y criminales, y por toda la sociedad que siente conmovida cómo en nuestro territorio, el país y el mundo, el respeto por la vida y la dignidad de las personas se están perdiendo.
Con la Virgen de los Dolores elevaremos súplicas y plegarias a Dios para que realmente seamos capaces de “hacer buen uso de nuestra libertad” y todos nuestros esfuerzos sean orientados a alcanzar la paz que anhelamos.
En la Semana Santa 2023, la Iglesia de Cali dirá NO a la muerte causada por violencia de todo tipo, y SÍ a la vida, que se hace ofrenda de amor, como lo hizo el Cristo del madero.
En Cali, Dagua, Jamundí, La Cumbre y Yumbo, municipios que conforman nuestra Arquidiócesis, así como en todos los demás municipios del Valle del Cauca, vamos a decir desde lo más profundo del alma, SÍ a la vida, SÍ al perdón, SÍ a la paz. Esta tendrá que ser la Semana Santa de la nueva creación, en la que efectivamente sintamos que la promesa hecha por Yahvé a través del profeta Ezequiel se cumpla: “Arrancaré de ustedes el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne” (Ez. 36, 26). Así deberá ser. Que cada uno pida de Dios un corazón nuevo para todos, capaz de amar, de perdonar, de reír, de caminar juntos.
Por eso pido también que, en las distintas celebraciones litúrgicas del Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el Viernes Santo y la Vigilia pascual, así como en las procesiones y el santo viacrucis, los feligreses usen camisetas blancas como signo del grito por la paz que ha de llegar al cielo. Y que nuestra presencia sea masiva. Este año nadie se quede en casa. Llenemos las calles y templos con la convicción de construir un futuro mejor. Sean las celebraciones litúrgicas y procesiones de este año un canto por la paz y la reconciliación entre todos.
Y lo haremos cuidando de la casa común. El Domingo de Ramos no se usará rama alguna que provenga de plantas no renovables o de la palma de cera, en extinción.
Y vamos a caminar, a peregrinar juntos, personas de todas las edades y condiciones, porque todos somos hermanos.
La Pascua 2023 tiene que ser el PASO la de la libertad, de la paz y de la reconciliación. No podemos seguir siendo iguales, porque desde el madero de la cruz, el Crucificado oró por todos y nos ofreció no sólo el perdón, sino también la entrada al Reino de los cielos si nos convertimos a Él. Tenemos que asumir el compromiso de amarlo con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el ser, y a nuestro prójimo en las mismas condiciones.
Nuestro llamado es contundente: ¡no más muerte en Cali y en el Valle del Cauca!, ¡no más violencia!, ¡no más atentados contra la vida, la honra y los bienes de quienes habitamos esta casa común! Es necesario desarmar las manos y los corazones. “¡Vuelve la espada a su lugar!, pues todos los que empuñan la espada, a espada morirán” (Mt. 26, 52), dijo Jesús a Pedro que, en el huerto de los Olivos, atacó a uno de los soldados cuando fueron a capturarlo.
En el nombre del Príncipe de la Paz les rogamos a todos los alzados en armas: “vuelvan todas las armas a su lugar”. Que busquemos juntos el camino que nos lleve a la libertad, el progreso y la fraternidad.
Como arzobispo de Cali les deseo: que esta Semana Santa sirva para tener un verdadero encuentro con Dios, con los demás y consigo mismo, convencidos de que, ante unas realidades tan difíciles, complejas e inciertas que vivimos , “cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre y la mujer su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en que se haya de encontrar la salvación” (GS, 10).
A todos los bendigo, deseándoles una Santa Pascua en Cristo resucitado.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
Marzo 19 de 2023, Solemnidad de san José.