En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy
He hallado el libro de la Ley
Nos encontramos leyendo el segundo libro de los Reyes, cuando el pueblo de Israel vivió su época más oscura de infidelidad e idolatría. Llegó a tanto el alejamiento de Dios que incluso habían llegado a olvidar la Alianza sellada con Dios, primero en el Sinaí con Moisés y luego en Siquén con Josué. La frase “he encontrado el libro de la Ley”, resuena en nuestro corazón con mucha fuerza. ¡Qué importante es que cada uno de nosotros podamos vivir cimentados en la Palabra de Dios!
Otro dato importante es que el rey manda a consultar al Señor, y asume la culpa del pueblo. Nosotros hoy, aquí y ahora, tenemos que restaurar esa Alianza y volver a la relación con el Dios que nos salvó de la esclavitud y que ha sido para nosotros Padre amoroso que ha guiado cada paso en la historia de salvación.
El pueblo ratificó la alianza. Ahora nos toca a cada uno de nosotros, en nuestra situación concreta, ratificar la alianza, hacer la opción fundamental por el Señor y que sólo Él sea el centro de nuestra vida.
Por sus frutos los conoceréis
Árboles sanos y árboles dañados, ovejas y lobos rapaces. Jesús vuelve a utilizar estas imágenes contrapuestas para hacernos caer en la cuenta de cuál es su verdadera enseñanza: no dejarnos cautivar por las apariencias; no juzgar a las personas ni tomar como criterio de valoración de su conducta los frutos que acompañan su vida.
Al igual que en el capítulo 15 del Evangelio de Juan, cuando se nos habla de la vid y los sarmientos, Jesús nos enseña hoy que no podemos dar fruto si no estamos unidos a Él, si no recibimos de Él la savia que nos permite limpiarnos de la hipocresía, del disfraz, de las máscaras. Al que da fruto hay que limpiarlo, para que su fruto sea más bueno; por eso es necesario que cada uno de nosotros aceptemos de corazón esta poda que el Señor realiza mediante su Palabra, mediante los sacramentos, la oración y la acción caritativa en la Iglesia y en la sociedad. Sólo así podremos dar frutos de vida eterna y nuestra vida será auténtica.
Sor Inmaculada López Miró, OP
Monasterio – Santa Ana, Murcia – página Dominicos