En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
Palabra del Señor
Medita:
Amen a sus enemigos…
Decimos constantemente que el Evangelio de Jesucristo es el mensaje del amor; que Jesús resumió su doctrina en amar a Dios-Padre y en amar al prójimo; es más, que su nuevo mandamiento es el de ‘amarnos unos a otros como Él nos amó’. (Jn 13, 34; 15, 17); y hasta afirmamos que el amor debería ser el distintivo propio de todos los que nos llamamos cristianos. Sin embargo, la verdad es que nos cuesta amar como nos lo pide Jesús; nos cuesta entender la manera como nos lo pide: de amarnos unos a otros, y, peor aún, nos parece que es hasta ‘absurda’ la forma como quiere que amemos a los demás.
Si lo analizamos desde un punto de vista no cristiano sino utilitarista, encontraríamos algunos ejemplos, como:
- Amar a los que me aman, me produce ganancia, porque no solo vivo en paz y alegre, sino que además nos damos regalos mutuamente.
- Vengarme o desquitarme de quienes me ofenden o me hacen daño, me da la satisfacción de ‘devolverles con la misma moneda’.
- Si se molestaron por algo que dije o que hice, allá ellos si son susceptibles y se ofendieron; ¡y, que lo que no sirve, que no estorbe!.
- Me defiendo de quien me agrede para que sepa que no me dejo y que sus agresiones serán respondidas, porque tengo derecho a defenderme.
- Y a quien quiera quitarme lo mío, que sepa que voy hasta las últimas consecuencias porque no pienso dejar que me despojen de lo que me pertenece.
- Y amar a los pobres, tal vez me produzca amigos que, algún día, nunca se sabe, me ayudarán a mí; como dice el refrán: ‘Hoy por ti, mañana por mí’.
- Pero, ¿qué ganancia me produce amar a mis enemigos?… porque al ver que, a pesar de su odio y sus ataques, yo no reacciono, pues se van a burlar de mí y a redoblar sus ataques…
En fín, lo que Jesús nos propone a sus discípulos no es válido solo para nosotros, sino para todos los hombres: conceder siempre el perdón y la misericordia, buscar la reconciliación con los demás, ponernos de acuerdo con los adversarios para conseguir soluciones concertadas, amar a los enemigos, orar por ellos, y no buscar la venganza sino estar siempre dispuestos a poner la otra mejilla…
Ora:
Dios mío: Dame ahora y siempre el Espíritu Santo.
Señor lléname de Ti.
Dame por el mismo Espíritu, la gracia de amar y de ser santo y perfecto como Tú. Amén
Actúa:
¿No tendrá la razón Jesús y somos nosotros quienes estamos equivocados?…
Y si es así, ¿por qué no hacer lo que Él nos recomienda?…
Bueno, tratemos de pensar como Jesús:
- Voy a intentar ser como mi Padre del cielo que ama a buenos y malos y que ayuda a justos e injustos, es decir, voy a intentar ser un digno hijo suyo…
- Aprendo a orar por quienes me persiguen y me quieren hacer daño, como lo hizo Jesús en la cruz… ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’.
- No voy a caer en el mismo juego de mi adversario, llenando mi corazón de odio y de venganza, agrediendo y haciendo daño. Voy a tratar de conservar la paz de Dios en mi corazón y la integridad de mi carácter con la fuerza de su Espíritu…
- No voy a dejarme arrastrar por el deseo de venganza o de defender mi honor como recurso o solución a los conflictos, ya que, en vez de arreglar las cosas, éstas empeoran y se establecen conflictos y una violencia sin fin…
- Voy a sufrir con paciencia las agresiones e injusticias de que soy objeto, pidiéndole a Dios me dé la fortaleza y la entereza de espíritu que tuvo Jesús al enfrentar su Pasión.
- Y, quizás, consiga con mi actitud no agresiva y conciliadora, que mi adversario o mi enemigo entienda que no entro en su juego, y él mismo cambie su actitud y cese su persecución.
Nadie dijo que esto era fácil, pero sí que es posible, y quienes lo han vivido y puesto en práctica saben que se obtienen mejores resultados que por la vía de la venganza y del odio…
Por: Delegación de la Animación Bíblica de la Pastoral, Arquidiócesis de Cali – Omar Herney Salgado Gómez, Pbro
Nota: Las breves plegarias fueron tomadas del Manual de Oraciones de la Espiritualidad Trinitaria de los Hijos de la Madre de Dios