La acción social arquidiocesana, un trabajo de equipo

Por: Ana María Suárez Vera – Vicaría Episcopal para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

La Iglesia acoge el llamado del Señor Jesús, acompañar, servir y amar a los pobres es el precepto que Él nos enseñó, “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó” (Sal 34,7), puesto que, como cristianos, debemos extender nuestros brazos a los necesitados, buscar enseñarles el evangelio, y ayudarlos a superar dificultades, partiendo de que la Eucaristía no finaliza con la misa, sino que continúa en las obras sociales.

La Vicaria Episcopal para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, es la dependencia encargada de trabajar en función de la acción social de la Iglesia. Desde el amor y la fraternidad, el objetivo de la Vicaria, es llegar a los desprotegidos, extenderles la mano a los necesitados y promover e impulsar a las personas para mejorar su condición de vida, transformando corazones desde la paz y la reconciliación para una sana convivencia y una sociedad más justa y sostenible; asimismo, sensibilizar a la ciudadanía, pues con solidaridad y generosidad el accionar de la iglesia tendrá mayor eficacia para una construcción social certera y equitativa.

De esta manera, se busca lograr un mayor alcance y efectividad para llegar a toda la población vulnerable y poder ayudar día a día a más familias. A la vicaría pertenecen diferentes pastorales que se encargan de tratar diversos temas sociales, que son quiebres coyunturales en la desigualdad social y desde su campo de acción, aportan insumos esenciales para trabajar y mejorar las adversidades y afectaciones ocasionadas por la intolerancia, el desplazamiento, la violencia, la falta de oportunidades, tragedias, desastre naturales y muchos otros factores que producen inequidad e injusticias, buscando llegar a la protección del bien común, tal y como lo dice la doctrina social de la Iglesia.

Por eso, a seis meses del año 2024, es importante resaltar las acciones realizadas por las pastorales, que con esfuerzo, dedicación y empeño, trabajan a diario para generar progreso en la comunidad y crear conciencia en toda la población en general, pues la solidaridad debe ser un valor compartido, como es el caso de la Pastoral para los Trabajadores, que en compañía con la comunidad de las Hermanas Juanistas, realizan talleres, cursos y actividades, que se enfocan en educar e instruir sobre las diversas formas de maltrato y explotación laboral, trata de personas y trabajo informal, así como también dictan cursos de confección y arreglos de uñas, para que por medio de un oficio tan bello como el arte manual, pueda obtener libertad financiera y una fuente de ingreso digna; asimismo la Pastoral para los Migrantes, que junto con el Hogar de Paso, Nuestra Señora de los Remedios, se encarga de acoger y apoyar a familias que por algún motivo han llegado a la ciudad y no cuentan con recursos para hospedarse, ni con los permisos requeridos para encontrar un trabajo, brindándoles la asistencia propia y necesaria para el estado de vulnerabilidad en la que se encuentran.

La Pastoral de salud, este año se sigue fortaleciendo a través de la formación a los agentes parroquiales, con el propósito de extender cada día más su labor. La Pastoral Penitenciaria, continúa apoyando a los recluidos en las cárceles, brindándoles acompañamiento espiritual a ellos y a sus familias; mientras tanto la Pastoral afro, realiza semilleros con niñas y niños, con la cual, se pretende evangelizar, transmitir y apropiar la cultura, a esta pastoral se suma el apoyo a las comunidades indígenas, población que necesita ser atendida y escuchada desde la iglesia. Este año se organizó La Pastoral para la Reconciliación y la Paz, que está conformada por, Observatorio de Realidades Sociales, el Centro de Paz Urbana y la Dirección de Reconciliación, que viene desarrollando un trabajo con la ciudadanía, desde el reencuentro de sociedad en miras de justicia, equidad y tranquilidad, ya que su propósito radica en que desde el evangelio, llegar a construir realidades concretas, buscando la comunión entre las personas abriendo un panorama de esperanza en la historia de nuestro país.

Al hablar de la Diaconía del Pan, nos referimos al programa de comedores comunitarios, que representa fraternidad y transformación social, ya que aquí se comparten alimentos, que calman el hambre y reconcilian a Cali, pues desde la mesa se llega a las personas más necesitadas y se proponen estrategias para mitigar los daños sociales que ocasionan la falta de oportunidad, educación y trabajo. Los Samaritanos de la Calle, continúa con su labor de llevar el pan a las calles, así como también de dar a conocer el evangelio, vivenciando procesos de reinserción a la sociedad de personas con adicción a sustancias, que viven y vivieron en condición de calle durante mucho tiempo. El Banco de Alimentos permanece articulado con organizaciones privadas y sin ánimo de lucro, con el propósito de ayudar con el mercado solidario a las personas en condición de vulnerabilidad que padecen inseguridad alimentaria; también, este año, el arzobispo Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velázquez, inauguró el Vestier de Dios, en el cual se beneficiará con ropa a más de cuarenta mil personas. Por otro lado, la Diaconía de la Tierra y Prevención se mantiene en su labor de educar en ecología personal, espiritual y de medio ambiente, con el objetivo de tomar conciencia en los cuidados de la tierra.

Así pues, la acción social de la Iglesia se enfoca en construir sociedad desde el auxilio y la empatía con quienes se encuentran abatidos, ya sea por alguna enfermedad, por estar detenidos, por vivir a diario discriminación e injusticia, por falta de empleo o no tener alimentos, por esta razón, estamos llamados a mirar con compasión y generosidad las afujías de otros, como sociedad debemos pensar que juntos somos más fuertes y ayudándonos unos a otros con amor y desde el servicio, estaremos creando conciencia del dar sin esperar, en busca de un bien común.

 

 

 

 

 

 

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