Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo Arquidiócesis de Cali
Era tradicional en muchas de nuestras casas, que en la sala principal estuviera el cuadro o imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Esta era una expresión no solo de la fe de quienes habitaban la casa, sino también de la acogida, en el nombre de Señor, a quienes entraban en ella. En su nombre eran y debían ser acogidas en casa las visitas.
Era también la forma como los miembros de las familias se sentían protegidos por el poder del Dios, y a la vez, animados por su ternura y perdón en los momentos de dificultad. Hoy, lastimosamente, son muy pocas las casas de católicos que tienen en sus salas esta imagen.
Vale la pena recordar que “la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se remonta al siglo XVII, cuando la santa francesa, Margarita de Alacoque, empezó a difundir esa devoción, con la promesa para quienes la profesaran, de recibir dones y gracias divinas y así alcanzar la salvación. De ahí que el Papa León XIII haya consagrado el 11 de junio de 1899 todo el género humano al Sagrado Corazón de Jesús”.
En Colombia, gracias a la evangelización de los misioneros de los siglos pasados, esta devoción tuvo y tiene una gran fuerza. En el calendario litúrgico de Colombia, este año la solemnidad se establece para el viernes 7 de junio.
“Su celebración en nuestro país se remonta al final de la guerra de los Mil Días, cuando Colombia se encontraba destrozada y dividida por el más sangriento de los conflictos bélicos de nuestra historia. En tales circunstancias el arzobispo de Bogotá, Monseñor Bernardo Herrera Restrepo, solicitó al gobierno de José Manuel Marroquín Ricaurte que declarara por “voto nacional” la consagración de nuestro país al Sagrado Corazón de Jesús.
La oración solemne de consagración inicia con: “Dignaos aceptar, corazón santísimo, este voto nacional como homenaje de amor y gratitud de la nación colombiana; acogedla bajo vuestra especial protección, sed el inspirador de sus leyes, el regulador de su política, el sostenedor de sus cristianas instituciones, para disfrutar del don precioso de la paz …”.
En consecuencia, mediante el decreto 820 del 18 de mayo de 1902, la República de Colombia fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús como el símbolo de paz y reconciliación entre los colombianos.
También se ordenó la construcción del templo del Voto Nacional, y es administrado por la comunidad de los Padres Claretianos. El Papa Pablo VI lo elevó a Basílica Menor los días 4 y 5 de febrero de 1964. En 1975 fue declarado monumento nacional[1].
Aunque en la actualidad no se hace esta consagración al Sagrado Corazón de Jesús con la participación de las autoridades del Gobierno nacional, queda en nuestra memoria el significado de confiar nuestras vidas al corazón de Jesús.
En las parroquias se celebra el primer viernes de cada mes el día del Corazón de Jesús; los jueves de cada semana, ante el Santísimo, se hace ofrenda de adoración al Corazón de Jesús, y son varias las parroquias y templos, como el Templo Votivo del Corazón de Jesús que, en Cali, cumple este año 80 años de erección, dedicados a difundir esta devoción, que más que devoción, es un acto de fe en el amor que brota del corazón traspasado de Jesús.
Los tiempos actuales no distan mucho de lo vivido en 1902. Todavía persisten situaciones de dolor, muerte, atentados asesinatos, extorsiones, desplazamientos forzados, organizaciones dedicadas al crimen, y por supuesto, mentes y corazones dominados por el odio, la corrupción y el deseo de venganza.
Simplemente, los invito para que miremos al corazón amantísimo de Jesús. Hagamos propias sus palabras: “Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde corazón, y encontrarán descanso para sus vidas, pues mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11, 28-30).
Si queremos superar esta historia que nos aflige, tenemos que entrar en el corazón de Jesús. Así tendremos sus mismos sentimientos y seremos capaces de descubrir que tenemos futuro, pues si lo amamos y cumplimos sus mandamientos, estará en nosotros y nosotros en Él (cf. Jn. 16).
Oremos por quienes nos gobiernan, oremos por todos los hombres y mujeres que hacemos parte de este querido país, y pidámosle al Corazón de Jesús que nos ayude a evitar todo lo que impida la paz, que seamos artesanos de paz. Que nos haga humildes como Él, capaces de respetar al otro y los instrumentos que nos permitan hacer de nuestro territorio un territorio de paz.
“Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo”, sea nuestra súplica confiada y constante al Dios del amor.
[1] Tomado de Cuatro datos sobre el sagrado Corazón de Jesús, 24 de junio de 2022. senalcolombia.co