En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
Palabra del Señor
Medita:
El que cree se salva, el que no cree se condena…
‘Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó… nos dio vida juntamente con Cristo – por gracia hemos sido salvados – y con él nos resucitó y nos hizo reinar en el cielo’ (Ef 2, 4-6). Esta es la magnífica constatación que hace San Pablo de la salvación gratuita de que hemos sido objeto en Cristo Jesús.
Como el pueblo judío, hemos sido sacados de la esclavitud a la libertad, por lo que la Iglesia nos invita hoy a ‘regocijarnos en Él’.
Es importante saber que nosotros no podemos afirmar que por las obras nos salvamos, lo que equivaldría a decir que por nosotros mismos podemos salvarnos sin necesidad de Cristo ni de la gracia de Dios. No, eso sería soberbia. Lo que la Iglesia enseña es que la fe auténtica nos debe llevar a producir las obras de Dios (Efesios 2, 10).
Y si en esto no estamos de acuerdo todos los cristianos, pues tampoco somos ‘de Cristo’, con mucha pena para los que no han entendido lo que significa: ‘¿Por qué me llaman ‘¡Señor! ¡Señor!’, ¿y no hacen los que les mando?’ (Lc 6, 46); o: ‘Si guardan mis mandatos, permanecerán en mi amor, lo mismo que yo siempre guardo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor’. (Jn 15, 10)
Entonces, resumiendo: Nos salvamos por la fe en Jesucristo, gratuitamente, sin mérito alguno de nadie para que nadie se gloríe, ya que es un don de Dios (Ef 2, 8-9). Pero debemos llegar a producir las obras de Dios, entre otras, las más determinantes para nuestra salvación: las obras de misericordia, ya que Jesús mismo se identifica con los ‘hermanos más pequeños’. (Mt.25, 31-46)
Y como dice Santiago 2, 18: ¨Alguno dirá: ‘Tú tienes fe y yo tengo obras’. ¡Muéstrame tu fe sin las obras, que yo con mis obras te mostraré mi fe!’. Así que este no debería ser un asunto para discutir y dividir, sino más bien para creer y actuar; y para ¡REGOCIJARNOS EN CRISTO JESÚS!
Ora:
Dios y Señor mío: No permitas que me separe de Ti.
No me dejes caer en las tentaciones,
pero si caigo en ellas,
levántame con Tu Poder y Misericordia.
Haz Señor que yo sea como Pedro, dócil a Tu Amor.
Que como él me levante y vaya Ti, lleno de firme certeza
en Tu esperanza, en Tu Amor, en Tu Misericordia,
en Tu Perdón.
Lléname de Ti. Dame Tu Espíritu Santo.
Amén
Actúa:
¿Me salvo por mi fe en Jesús, y basta? o
¿Debo creer en Jesús y, además, realizar las obras que Él espera de mí?
Lo que tenemos que aclarar en primer lugar es que los hombres no conseguimos salvarnos por nuestro propio poder o por nuestros recursos humanos: el que esté convencido de lo contrario, no tiene nada que hacer aquí y, por lo tanto, ni siquiera estár leyendo esto. Pero, al menos, quienes decimos creer en Cristo tengamos claro que es Dios quien salvó a la humanidad enviando a su Hijo Jesús para que, sacrificando su vida, nos rescatara del pecado y de la muerte.
“Los que prefieren la verdad, se acercan a la luz”, que esta sea hoy tu consigna; evita todo lo que sea engaño y mentiras; así, la luz brillará siempre en ti.Por: Delegación de la Animación Bíblica de la Pastoral, Arquidiócesis de Cali – Omar Herney Salgado Gómez, Pbro
Nota: Las breves plegarias fueron tomadas del Manual de Oraciones de la Espiritualidad Trinitaria de los Hijos de la Madre de Dios