Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Palabra del Señor
Medita:
Jesús hizo un látigo de cuerdas (con las que se golpean los animales para que avancen), los echó a todos del templo, hombres y animales, derribó sus mesas y desparramó sus monedas. Y en medio de este tremendo barullo, Jesús gritándoles con voz potente y con su característica autoridad: ‘¡Fuera de aquí! No conviertan la Casa de mi Padre en una casa de comercio’ (en una ‘cueva de ladrones’, dice Mateo 21, 13).
Sorpresa para todo el mundo: los discípulos, los judíos, tanto vendedores como compradores, los fariseos, y los sacerdotes, quienes se beneficiaban y participaban de este ‘negocito redondo’. Aquello era todo un ‘mercado persa’, pero todos lo aceptaban así, puesto que a todos beneficiaba, pero la cuestión que Jesús está planteando es: Y Dios ¿qué piensa de ello?
Todos vienen a rendirle culto a Él, y piensan hacer bien unos y beneficiarse otros, mientras que Jesús califica aquello como ‘convertir el templo en una casa de comercio o en una cueva de ladrones’:
¡Nada que ver con lo que Dios quiere!
Además dice que el templo es ‘la Casa de mi Padre’, lo que significa que, como Hijo de Dios, pretende interpretar el sentimiento y el pensamiento de Dios, su Padre.
Pero, volviendo a la ‘santa cólera’ de Jesús, es bueno advertirles a los ‘mercaderes del templo’ (que los sigue habiendo), que el Señor sí se molesta de verdad cuando convertimos su templo en ‘casa de comercio’ o en ‘cueva de ladrones’. Así que tengamos prudencia…
Ora:
Ora:
Dios mío: Hazme eco de tu voz.
Testimonio vivo de tu amor, de tu Poder, de tu Misericordia.
Dame El Espíritu Santo para pregonarte con eficacia y con entrega. Para no callar, ocultando las bondades de tu Misericordia y para hacerlo con prudencia. Señor lléname de ti. Amén
Actúa:
¿Cólera, ira, indignación, celo?
Qué sorpresa descubrir este aspecto de la personalidad de Jesús, bastante difícil de calificar en el Hijo de Dios.
Que Dios no se enoja, o que eso fue Jesús en tanto que hombre para manifestar el disgusto de su Padre, porque si a Dios le dan estos ‘arrebatos de cólera’, pues no serán solo unas cuantas mesas y unas cuantas monedas las que van a rodar por el suelo. Sus discípulos lo relacionaron con un texto de la Escritura, el Salmo 69, 10: ‘El celo por tu casa me consume’.
Experimenta también un aprecio y valor por lo sagrado y defiéndelo.
Por: Delegación de la Animación Bíblica de la Pastoral, Arquidiócesis de Cali – Omar Herney Salgado Gómez, Pbro
Nota: Las breves plegarias fueron tomadas del Manual de Oraciones de la Espiritualidad Trinitaria de los Hijos de la Madre de Dios