En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
Palabra del Señor
Medita:
No vine por justos sino por pecadores
Leví era un ‘publicano’, es decir, un judío que se había contratado con los romanos para cobrar el impuesto o tributo exigido por el Imperio. Estos Publicanos eran considerados ‘traidores’, porque trabajaban para el invasor romano, y ‘pecadores’ porque agredían, explotaban y extorsionaban a sus ‘hermanos de raza’, al pueblo elegido por Dios, y, además, porque sus medios holgados les permitían llevar una vida de desenfreno, despilfarro y lujuria, más parecida a la de los ‘gentiles’ que a la de judíos piadosos (Lc 18, 9-14).
¿Por qué ustedes se mezclan con pecadores?, les preguntaron a los discípulos de Jesús. Y Jesús que escuchó aquel reproche, explicó sus razones: Porque vine por ellos, vine para salvarlos, porque quienes necesitan del médico son los enfermos y no los sanos, y porque quienes necesitan del Salvador son los que se reconocen pecadores y no los que se creen justos y santos’.
Aquel día, Jesús pasó por la ‘oficina de Leví’ y, viéndolo muy atareado cobrando los impuestos, lo interrumpió con una palabra poderosa, de las que son capaces de crear un mundo nuevo: ‘¡Sígueme!’. Y Leví cambió ‘una vida sin sentido, para darle sentido a su vida’: decidió irse con Jesús.
Ora:
Dios de la Misericordia y del perdón: ten compasión de mí.
Tú eres el agua viva que santifica y perfecciona: lléname de Ti.
Destruye mi maldad con tu pureza.
Fortalece mis debilidades con tu gracia.
Transfórmame con tu poder.
Amén
Actúa:
¿Qué hace el enfermo cuando se siente mal? ¡Va a buscar al médico!.
Y ¿qué hace el pecador cuando se siente mal? ¡Va en busca de su Salvador!
Según parece, Jesús escogió estar del lado de su Padre compasivo que ‘tanto nos amó que nos dio a su propio Hijo para nuestra salvación’ (Jn 3, 16), y Leví también estuvo de acuerdo cuando nos recordó aquello que Jesús les respondió a los fariseos hipócritas en aquel famoso banquete que tuvo lugar en su casa: ‘Vayan y aprendan qué significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’. (Mt.9, 13)
Por: Delegación de la Animación Bíblica de la Pastoral, Arquidiócesis de Cali – Omar Herney Salgado Gómez, Pbro
Nota: Las breves plegarias fueron tomadas del Manual de Oraciones de la Espiritualidad Trinitaria de los Hijos de la Madre de Dios