Por: Pbro. Luis Carlos Rendón Morales – Delegado Episcopal de Misiones y Director de O.M.P.
Retomando nuestro libro de cabecera “compendio de misionología” en el capítulo 1° nos dice que “reflexionar sobre la misión y la evangelización equivale a entrar en sintonía con la realidad más profunda de Jesús. La misión significa envío, la evangelización es la puesta en práctica de este envío”.
Solo Dios puede amarnos con un amor exclusivo y apasionado, “asumiendo la vida de cada ser humano como un pedazo de sus entrañas maternas y misericordiosas”; la historia humana se realiza, con Cristo como centro ( cfr. Ef 1,10), como unificador de la familia humana, que pasa a ser familia de Dios. La misión de Cristo, y es lo que todo misionero debe comunicar, es de cercanía para compartir la suerte de nuestro Señor; es de anuncio y testimonio, es de donación de sí mismo para construir comunión de hermanos. Por esos ante una sociedad que ve en la opulencia el sentido último de la felicidad, Dios nos presenta otros valores y dentro de ellos el sacrificio. Es por eso que proponemos en este segundo artículo el realizar pequeños sacrificios diarios, propios de nuestro estilo de vida, por nuestros misioneros para que llenos de Espíritu Santo puedan soportar toda adversidad de clima, de lejanía, de persecución, de violencia, de peligro de muerte.
Cristo misionero del Padre, nos ayude durante este mes de septiembre a ofrendar nuestros “sacrificios” para que él sea conocido y amado en el mundo entero.