En un país violento, las más castigadas son las mujeres

Por: Luz Adriana Lozada V.

Vicaría para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

Hay dos situaciones denigrantes que hoy afrontamos las mujeres, de manera fuerte y aberrante: Los feminicidios y el racismo.

Mayo cerró con un alto porcentaje de asesinatos de mujeres, tipificados como feminicidios, perpetrados por excompañeros sentimentales de las víctimas, situación que pone en cuestión las relaciones sentimentales, el concepto del amor, la cosificación de la mujer, la desigualdad, el patriarcado y el machismo arraigado en nuestra sociedad. Y, por otro lado, la escalada vertiginosa del racismo y el clasismo frente a la vicepresidenta Francia Márquez, que en ella se encarnan tantas otras mujeres discriminadas por ser negras, cuyo “pecado” es querer surgir y buscar oportunidades en igualdad de condiciones.

Según la Fundación Feminicidios en Colombia, en lo corrido del año se han presentado 115 casos en el país, cifra que va vertiginosamente en aumento, teniendo en cuenta que, a 31 de diciembre del año pasado, se presentaron 259 casos en todo el año 2022. Según el Observatorio de Feminicidios en el país, cada 28 horas es asesinada una mujer.

Las autoridades policiales y de justicia, han determinado que los asesinatos de mujeres en Colombia pueden ser a causa de celos, intolerancia y machismo, consumo de alcohol, sustancias psicoactivas, y finalmente el abandono de ellas, pero la normalización de la violencia en toda la sociedad, duplica la probabilidad que las mujeres sean víctimas de violencia con riesgo de feminicidio. Un gran porcentaje de las mujeres víctimas han estado involucradas en relaciones violentas y sus perpetradores son parejas actuales o anteriores que no logran superar la ruptura.

Si la violencia nos asusta y nos acaba, el racismo nos aplasta y nos minimiza y es el panorama que se nos muestra a las mujeres hoy en nuestro país. Cuando al hecho de ser mujer se añade la cuestión relativa a la etnia, se hace evidente el doble peso de la discriminación por motivo de género y la discriminación racial y otras formas semejantes de violencia, es decir, en unas sociedad machista y racista, ser mujer y al mismo tiempo ser negra, se corre el riesgo de vivir doblemente la violencia.

Así se ha visto y se ha incrementado esta doble violencia, por redes sociales, específicamente Twitter, circulan infinidad de mensajes racistas, donde resalta uno

que proviene de un hombre mayor, letrado, médico de profesión quien se refirió a la vicepresidenta con palabras racistas, además, se percibe la misoginia, el irrespeto y por supuesto, su odio hacia esta mujer.

Quien escribió dicho Twitter, un día en su juventud, hizo el juramento hipocrático de cuidar y salvar la vida, juramento que quizás ya se le olvidó. Hoy con sus palabras hace totalmente lo contrario, denigra y socaba la dignidad de una mujer por ser negra, la juzga y la apedrea e incita a sus seguidores a hacer lo mismo, cosa que resulta fácil para hacerlo en las redes sociales.

Al leerlo, se vino a mi mente aquel pasaje bíblico de Juan 8,1-8, donde llevaron a una mujer ante Jesús al ser descubierta en adulterio para que este la condenara y pudiera ser lapidada, Jesús les dijo “el que esté sin pecado, que le tire la primera piedra… Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante”.

Al igual que estos hombres del relato bíblico, eufóricos esperaban que Jesús les diera la razón, como lo hacen hoy quienes, al usar estas redes sociales, esperan que multitudes de usuarios les proporcione el enlace y sigan replicando sus insultos racistas y clasistas especialmente hacia las mujeres negras en cabeza de Francia Márquez.

El panorama para las mujeres en este país es sombrío y desesperanzador, cada que avanza la modernidad, la sociedad retrocede, pues ella muestra su arraigo profundo del patriarcado, que no ha bastado con minimizar, subestimar, ignorar y excluir a las mujeres, sino también violentarla hasta asesinarla.

Hombres, mujeres, sociedad, estado, ¿qué hacer para acabar con tanta violencia?…

Seguramente cada persona tiene alguna respuesta. Hoy en estas líneas extiendo a los lectores dos invitaciones: que todos desde el más viejo hasta el más joven, quiera y tenga la voluntad de transformar y establecer, junto a las mujeres, relaciones de género basadas en la armonía, la igualdad, el respeto mutuo y la no violencia. Así mismo, los invito a que se manifiesten en contra de la violencia contra las mujeres y las niñas, no se queden callados, se necesita que le exijan a sus congéneres respeto por cada una de las mujeres, que comprendan que a ellas no se les violenta y mucho menos se les asesina. Otra de las tareas es que fomenten en todos los espacios la igualdad y la solidaridad. En sus manos está también la posibilidad de que la justicia actúe por las que ya no están y sus muertes no queden en la impunidad. La sangre de tantas mujeres que hoy yacen bajo tierra, claman justicia, como la que Jesús le dio a la mujer que querían apedrear.

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