Hoy la Iglesia universal celebra la Solemnidad de la Ascensión del Señor Jesús al Reino de los Cielos. Jesús corona su victoria subiendo al Cielo cuarenta días después de su resurrección.
“Galileos, ¿qué hacéis mirando al cielo?” (Hch 1, 11)
La Ascensión del Señor cierra el ciclo redentor que empezó con la Encarnación del Verbo. Jesús asciende al cielo habiendo redimido la naturaleza humana, la que -una vez vencido el pecado- queda elevada, en Él, a una nueva condición, jamás prevista.
Los Apóstoles, estupefactos, se quedan mirando al cielo, contemplando cómo la figura del Maestro se pierde entre las nubes. ¡Cómo retirar la mirada de la gloria patente! ¡Cómo dejar de mirar hacia donde ya no hay más promesas porque todo ha sido cumplido!
De pronto, dos “hombres de blanco” -unos ángeles- irrumpen en medio del éxtasis y hacen que todos los testigos del portento vuelvan los ojos hacia “abajo”, a la tierra. Es la realidad que habrán de enfrentar a partir de ese instante: la misión encargada, el llamado a ser signos de contradicción en el mundo… una historia de entrega que se habrá de escribir en los siglos futuros.
Compromiso con el mundo y la historia: contemplación y acción
Hace poco más de dos décadas, el Papa San Juan Pablo II reflexionaba en torno al sentido de lo que hoy se celebra:
“La contemplación cristiana no nos aleja del compromiso histórico. El ‘cielo’ al que Jesús ascendió no es lejanía, sino ocultamiento y custodia de una presencia que no nos abandona jamás, hasta que él vuelva en la gloria… Mientras tanto -continúa el santo- es la hora exigente del testimonio, para que en el nombre de Cristo ‘se predique la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos’” (Homilía por el día de la Ascensión del Señor, 24 de mayo de 2001).
Por: Aciprensa