En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».
Palabra del Señor
Medita:
Reconcíliate con el prójimo y darás un verdadero culto a Dios…
En este tiempo de preparación a la Pascua de Jesús, y a nuestra propia Pascua, el llamado sigue siendo (y lo será toda la vida) a convertirnos a Jesucristo: o a convertirnos en Jesucristo, o a llegar a pensar, a sentir, a actuar, a amar como Jesucristo. Y esta Palabra suya de hoy, precisamente, nos confronta con un tema que es bastante delicado y significativo, pero más frecuente de lo que parece: la reconciliación con nuestros hermanos, con nuestro prójimo.
¡Ve a reconciliarte con tu hermano antes de presentar tu ofrenda ante el altar!, nos manda Jesús, como si supiera claramente que entre más tiempo dejemos pasar para la reconciliación, más difícil se hará conseguirla. Por eso Jesús nos presenta el amor hacia nuestros hermanos, los hombres, como el requisito fundamental para amar y dar verdadero culto a Nuestro Padre común: ´¿Cómo puedo decir que amo a Dios, a quien no veo, si no amo a mi hermano, a quien sí veo?´, nos pregunta san Juan 4, 20.
Por lo tanto, darle verdadero culto a Dios pasa por:
- No irritarme contra mi hermano, ni insultarle, ni maldecirlo
- Reconciliarme con él cada que tenga una queja contra mí, o yo contra él
- Y tratar de llegar a un acuerdo con mi adversario antes de caer en manos de la justicia.
‘Amar como Cristo nos amó’ es ser capaces de esforzarnos por buscar la reconciliación con quienes nos han ofendido y ponernos en paz con quienes tenemos disgustos o litigios, porque ‘si nuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos no entraremos en el Reino de los Cielos’.
Ora:
Dios mío: Lléname de ti.
Haz que yo sea como eres tú, Uno y Único; Verdad y Vida.
Que sea amor y que diga, haga y de, como pienso, soy y siento.
Señor: que te de a ti, porque te tenga a ti.
Para eso límpiame y lléname de Ti.
Amén
Actúa:
¿Cómo puede nuestro Padre celestial recibir honores de sus hijos
cuando entre hermanos estamos divididos y disgustados?
Ningún papá puede estar contento al ver que sus hijos se desgarran entre sí, que no se soportan unos a otros y están divididos a causa de sus diferencias.
Entonces, lo que Jesús espera es que pongamos todo de nuestra parte para reparar las relaciones rotas o deterioradas entre nosotros, e intentemos solucionar en paz los litigios y conflictos que se pueden interponer entre las partes, sin necesidad de acudir a las autoridades, o dejando que las diferencias o desacuerdos caven abismos de separación entre unos y otros.
Delegación de la Animación Bíblica de la Pastoral, Arquidiócesis de Cali – Omar Herney Salgado Gómez, Pbro
Nota: Las breves plegarias fueron tomadas del Manual de Oraciones de la Espiritualidad Trinitaria de los Hijos de la Madre de Dios