Julio: Avanza nuestro presbiterio

 

Por: Darío de Jesús Monsalve Mejía
Arzobispo de Cali

En este mes de julio 2022, no solamente tendremos al centro de nuestra oración de intercesión a los presbíteros de nuestra Arquidiócesis, quienes hacen sus ejercicios espirituales de cada año, sino que diez recién ordenados el dos de julio, y tres nuevos diáconos, también alumnos de nuestros dos seminarios, nos mueven a una especial oración de acción de gracias.

La llegada de nuevos obreros del Evangelio y pastores del Pueblo de Dios, que el Dueño de la miés nos concede, alienta nuestra esperanza en poder brindar un mejor acompañamiento a todos los creyentes en nuestros territorios y espacios funcionales, e, incluso, cooperar con otras iglesias que carecen de sacerdotes suficientes.

Pero, sobre todo, nos urge a cualificar más nuestro compromiso de dar un buen y cada vez mejor testimonio de Cristo, con el anuncio del Reino de Dios, la promoción de la familia y la conformación de verdaderas comunidades cristianas, impulsando entre todos, fieles y pastores, una Iglesia sinodal.

El Presbiterio o fraternidad sacerdotal, reúne a los pastores católicos de una Iglesia Particular en torno a Cristo y a los fieles, con el Obispo y entre todos ellos, sin discriminaciones generacionales, étnicas, sociales o de cualquier índole.

Es una comunidad de enviados, servidores y hermanos, que cuidan como “padres” a quienes Dios hace sus hijos en Jesús. Y como “pastores” van delante, en medio y detrás del “rebaño”, pero siempre “con olor a oveja” y como “corderos en medio de lobos”, revestidos de paz y paciencia, listos a dar su vida por los demás.

Ser “pastor” no es dejar de ser “oveja” sino estar “muy abeja” con los lobos y depredadores y “hacerse cargo” de los demás, sobre todo las víctimas, los débiles e indefensos.

Es encarnar “la cultura del cuidado” con actitudes, palabras y acciones que reproduzcan al Buen y Único Pastor, Jesucristo, superando el estigma y la ignominia del “abuso a menores”, a personas vulnerables y, en general, a quienes nos depositan su confianza.

Esta “cultura del cuidado” apremia hoy a la Iglesia y a la humanidad y se extiende a todos los campos de la vida y de la existencia humana, incluyendo “el cuidado de la casa común”.

La “sinodalidad”, que traducimos como “caminar juntos”, se vuelve ahora una necesidad global y local, territorial e institucional. La historia fusiona en esta “cultura”, en activa y pasiva, en modo reflexivo e imperativo, a la humanidad entera, a las instituciones y los Estados, a las Iglesias y religiones.

En ese contexto nos corresponde hoy ser creyentes, cristianos y católicos. Y ser pastores, Obispos, Presbíteros y Diáconos. A este contexto queremos direccionar hoy nuestra acción misionera, evangelizadora y pastoral, comunitaria y diocesana.

Como Arquidiócesis y como presbiterio, nos queremos ubicar bien en la sinodalidad eclesial, en la cultura del cuidado y en la transición hacia una sociedad colombiana incluyente, pacífica y con democracia real y participativa, entre otros grandes desafíos.

La historia avanza rauda hacia la meta de garantizar un futuro posible y un equilibrio sostenible. Y Colombia y el continente americano, viven procesos de alta sísmica social y política. A estos rápidos cambios tendremos qué responder desde la certeza de Cristo Jesús y la comunión y asistencia del Espíritu Santo en la Iglesia.

El presbiterio, el diakonio o comunidad de diáconos permanentes, nuestros Seminarios San Pedro y Santiago, y la Escuela diaconal, junto con el Arzobispo Coadjutor y este servidor que escribe, buscaremos aunar esfuerzos para avanzar con nuestras comunidades y movimientos, con nuestras instituciones y carismas.

Que el Pueblo de Dios, imagen abierta de la Iglesia hacia el mundo y de la humanidad entera hacia Dios y hacia la Soberanía de Su Amor, nos sienta cercanos y dispuestos, sinceros y consagrados. Que nosotros los sintamos a todos ustedes, creyentes en Cristo y fieles de la Iglesia, también unidos a nosotros, especialmente en este mes de los ejercicios espirituales. Contamos con su plegaria e intercesión ante el Señor.

Avanza nuestro presbiterio hacia una formación sacerdotal más enraizada y cultivada en el vivir cotidiano de nuestras gentes y comunidades parroquiales. A ello queremos responder con la Pastoral Vocacional y de preseminario, al igual que con la inauguración del “año propedéutico” en el seno de la comunidad parroquial de San Joaquín. Buscaremos que nuestro Seminario San Pedro Apóstol, que acoge jóvenes exbachilleres, esté más integrado en la espiritualidad y vida de los fieles, con un uso más pastoral y sostenible de sus instalaciones y con un grado de teología vivido como “año parroquial” junto a los párrocos.

Avanza nuestro presbiterio hacia una ciudadela sacerdotal que permita mayores niveles de calidad en la integración de la vida sacerdotal, desde la vocación y formación básica, hasta la formación permanente y la ancianidad sacerdotal, las edades mayores y finales de la vida.

Es una propuesta que tendrá su espacio físico de encuentro, interacción e integración entre todas las edades del sacerdote, desde aspirantes hasta “el consejo de los ancianos” y sabios de la tribu, como diría alguien.

Avanza nuestro presbiterio con nuestras comunidades, fortaleciendo también el envío de presbíteros a especialización en el exterior y a la cooperación pastoral con otras Iglesias. Unos van, llegan ellos, salen otros. Un dinamismo formativo y solidario.

¡Que seamos “alabanza de la gloria de su Gracia”! (Efesios 1,6).

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