Mayo: En las manos de Dios

 

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo Coadjutor

Por solicitud del señor Arzobispo, Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía, escribo este editorial de La Voz Católica.

Al pueblo de Dios que peregrina en Cali, Dagua, Jamundí, la Cumbre y Yumbo, que hacen parte de la Arquidiócesis, pero también a quienes hacen parte de la Provincia Eclesiástica de Cali, conformada por las diócesis de Buenaventura, Buga, Cartago y Palmira, con sus Obispos a la cabeza, les hago llegar mi saludo, habiendo sido nombrado por el Papa Francisco el pasado 22 de abril, Arzobispo Coadjutor de Cali.

Los saludo de la misma manera que el Resucitado saludaba a sus discípulos: “Reciban la paz”.

Ha querido Dios, el Padre de la misericordia, que después de siete años de servicio en Cali como Obispo Auxiliar, continuara mi presencia y servicio como Arzobispo Coadjutor con derecho de sucesión en esta Iglesia particular. Será este un tiempo en que estaré al latere del Arzobispo, es decir, junto a Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía, para colaborarle y adentrarme más en la dinámica de la Arquidiócesis en los diferentes campos pastorales, administrativos, de proyectos, de relaciones con los sectores públicos, empresariales, eclesiásticos y demás, en una especie de “empalme” sereno y en comunión de mente, corazón y espíritu.

Agradezco todas las manifestaciones de aprecio, cariño y buenos deseos espirituales de los Obispos de Colombia, y de los numerosos presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y fieles en general de Cali y de fuera. El Señor les sabrá recompensar con abundantes bendiciones.

En la para mí, ya muy querida Arquidiócesis de Cali que llevo en el corazón, he sido llamado por el Santo Padre para ser su pastor, en el tiempo de Dios.

Mi tarea será ayudarles a volver la mirada y los pasos a Cristo, para que Él, que es la luz del mundo, los guíe hacia el cielo nuevo y la tierra nueva que se nos ha prometido. Cielo nuevo y tierra nueva, que construimos desde aquí y ahora.

Recuerdo que el Concilio Vaticano II dice que “la diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía al Obispo para ser apacentada con la cooperación de su presbiterio, de suerte que, adherida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica”. Esta es una fundamental definición que el Decreto Christus Dominus, n. 11, hace de las diócesis.

Es mi deseo que hagamos de la Arquidiócesis de Cali una comunidad que cree, espera y camina unida en el nombre del Señor, y continuar con el propósito de nuestro plan pastoral de hacer de Cali una comunidad sinodal, misionera, solidaria, samaritana, es decir, con la mirada puesta en el cielo, buscando la santidad de vida, con los pies en la tierra, consciente de las necesidades y retos que tenemos enfrente, y con los brazos abiertos, para abrazar y ayudar a quienes nos necesiten. Y todo esto lo podemos alcanzar, sin estamos en las manos de Dios.

Después de 112 años de existencia de la diócesis de Cali, llego como el 10º pastor y el sexto Arzobispo. Por cada uno de mis predecesores doy gracias a Dios e imploro sobre Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía, actual Arzobispo, igualmente, las bendiciones de Dios para quien ha sabido servir con generosidad y amor.

Me encomiendo a las oraciones de todos.

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